lunes, 10 de enero de 2011

Fetichismo de poder

Seguimos hablando de perversión. Entramos en antro con paredes tintadas en rojo, un rojo que simula el amor del tálamo y que va a juego con nuestro pintalabiosm pero que corrompe al romanticismo con sus espejos en las paredes y con el cuero elástico que se pega a la curvilínea silueta de la recepcioncita.
El mundo al revés cobra vida al atravesar las cortinas ligeramente rasgadas y aterciopeladas que pretenden despertar una extraña comodidad en los huéspedes. Esta vez son los gatos los que persiguen al perro, que ladra en un rincón, al tiempo que un desfile de auténticas cats womans se le insinúan.  Resulta muy sutil la forma con la que las fustas azotan al pecado para despertarle del amargo letargo en el que se encuentra en el exterior del local. Los tacones y las uñas postizas son afiladas y alertan del peligro. La gama cromática es la de los colores de los que supongo que será el infierno. Y así de forma extraña dentro de esta corrupción extrema las telas aportan la elegancia y el estilo que este fetichismo necesita. La mujer dominatrix controla la vida por estos paisajes.






















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